Donald Trump activó este jueves su modo Realpolitik y anunció que la embajada de Estados Unidos seguirá en Tel Aviv, donde se ubican las embajadas del resto de países, y no se trasladará a Jerusalén, con el fin de favorecer las negociaciones de paz en Oriente Medio. La mudanza, —una de sus promesas electorales más polémicas—, hubiese resultado incendiaria porque significa el reconocimiento de la ciudad como capital israelí, cuando se trata de un territorio disputado.
«Nadie debería considerar este paso como una marcha atrás en el fuerte apoyo del presidente a Israel o a la alianza de Estados Unidos-Israel. El presidente ha tomado esta decisión para maximizar las posibilidades de una negociación exitosa y lograr un acuerdo entre Israel y los palestinos, cumpliendo su obligación de defender los intereses de seguridad nacional americanos», señala el comunicado de la Casa Blanca.
El tema israelí no ha sido el único asunto internacional en el que el republicano ha tenido que suavizar o, directamente, cambiar su postura. Aunque fue crítico durante la cumbre la OTAN, se ha guardado en el cajón aquella acusación de que la Alianza Atlántica «está obsoleta». Tampoco ha anulado el acuerdo nuclear con Irán, pese a maldecirlo, y ha abandonado la dialéctica hostil con China en asuntos de comercio.
La decisión de este jueves se materializa con la firma de una dispensa de la llamada Jerusalem Embassy Act, la ley de 1995 que establece ese traslado de la embajada estadounidense. Ningún presidente desde entonces —Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama— la ha aplicado, por la bomba diplomática que supone y se ha ido postergando a base de dispensas.
El primer ministro, Benjamin Netanyahu, hizo el comunicado de rigor lamentando una decisión que, a su juicio, «ayuda a mantener viva la fantasía palestina de que los judías y el estado judío no tienen conexión con Jerusalén». Pero, pese a la «decepción», añadió, el Gobierno valora la confirmación de «amistad» de Trump con su país. Hussam Zomlot, embajador de Palestina en Estados Unidos, dio la bienvenida a la decisión de Trump. «Esto está de acuerdo con la política estadounidense y el consenso internacional y le da una oportunidad a la paz», dijo en un comunicado.
El propio Trump empezó a enfriar la promesa de cambiar esta práctica en las últimas semanas, aunque tampoco este jueves ha querido dar por enterrado el compromiso: «Como ha dicho repetidamente, su intención es trasladar la embajada, la pregunta no es si ocurre, sino cuándo», recalca el comunicado.
Este cambio de tercio ya se empezó a vislumbrar tras sus reuniones en la Casa Blanca con Netanyahu, y el líder palestino, Mahmud Abbas, y tomó fuerza en la víspera de su viaje por Oriente Próximo. En esa gira, Trump se comprometió a “hacer todo lo posible para ayudar a las partes”. “He tenido un encuentro con el presidente palestino Abbas y puedo decir que está listo para la paz. Tras una reunión con mi buen amigo Benjamín, también puedo decir que tiende la mano a la paz. Pero hacer la paz no será fácil”, dijo.
El primer grano de arena ha sido evitar el incendio diplomático de llevarse la embajada a Jerusalén, algo respecto a lo que los propios israelíes se mostraban preocupados en privado, por cuánto elevaría la tensión en la zona.
Fuente: Internacional el País