Por orden de Moscú, casi dos tercios del personal de las representaciones diplomáticas estadounidenses en Rusia tendrá que haber abandonado el país antes del viernes, una muestra del deterioro de las relaciones entre ambos países, pese a que la llegada de Donald Trump al poder suscitó esperanzas de un posible acercamiento.
La drástica reducción de 755 diplomáticos y empleados, rusos o estadounidenses, de la embajada y de los consulados estadounidenses fue decidida a finales de julio por Vladimir Putin, en respuesta a las nuevas sanciones de Washington, que acusa a Moscú de haber interferido en las elecciones presidenciales del país norteamericano en 2016.
El presidente ruso Vladimir Putin, limitó la presencia diplomática estadounidense a 455 personas, es decir, las mismas que tiene la representación rusa en Estados Unidos.
«Hemos aguardado demasiado tiempo, esperando que la situación quizás pudiera cambiar a mejor», se lamentó Putin. «Pero parece que, en caso de que cambie, eso no ocurrirá pronto», añadió.
Por su parte, Trump, incómodo, firmó el texto del Congreso, según él «muy imperfecto» y que también fue criticado por Moscú y por la Unión Europea (UE). «Nuestras relaciones con Rusia están en el nivel histórico más bajo, y muy peligroso», declaró Trump.
Para el primer ministro ruso, Dmitri Medvedev, las sanciones estadounidenses constituyen una «declaración de guerra económica total», que marca «el fin de las esperanzas rusas de una mejora de las relaciones».
– Un «callejón sin salida» –
Diez meses después de la elección del multimillonario estadounidense, los días en que Trump y Putin se elogiaban mutuamente y daban muestras de esperar restaurar la confianza entre las dos potencias rivales parecen muy lejanos.
«Podría haber habido un idilio Trump-Putin. Las esperanzas existían hasta la adopción de las últimas sanciones, pero los rusos llegaron a la conclusión de que Trump no es de fiar», explicó el analista político Andrei Kolesnikov, del Centro Carnegie.
«Ni Trump ni Putin sabían cómo construir esas relaciones. No había ni estrategia ni un tema real de conversación, más allá de Siria en sus aspectos técnicos», agregó Kolesnikov.
Si bien Trump finalizó el apoyo de Estados Unidos a los rebeldes sirios, lo que complació al Kremlin, también cambió de opinión en otros temas espinosos, volviéndose intransigente en lo relativo a Ucrania, la anexión de Crimea por Moscú o el refuerzo de la OTAN en Europa del Este.
Y, aunque Trump defendió su voluntad de «trabajar de manera constructiva» con Rusia -en particular en materia de lucha antiterrorista-, su propio campo parece muy reticente a un eventual acercamiento con Moscú.
Las relaciones entre Moscú y Washington no son ahora mejores que las que había en tiempos de Barack Obama, que expulsó a 35 diplomáticos rusos y a sus familias a finales de 2016, aunque en aquella ocasión no hubo represalias por parte del Kremlin.
Y ahora, en respuesta al recorte del personal diplomático estadounidense, Washington aprobó la suspensión temporal de la concesión de visados para Estados Unidos en Rusia.
«La guerra de las sanciones y de las contrasanciones ha tomado un nuevo impulso», consideró Kolesnikov, para quien éstas se han convertido en «el único instrumento para mostrar su descontento».
«Ya nadie presta atención a Trump [en Moscú]. Sólo queda la batalla entre las autoridades rusas y el ‘establishment’ estadounidense», apuntó Kolesnikov. «La situación está en un callejón sin salida total», apostilló.
Fuente: AFP internacional