Los migrantes centroamericanos marcharán el jueves hacia la sede de las Naciones Unidas en la Ciudad de México en demanda de autobuses que los lleven a la frontera con Estados Unidos.


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@CiudadColorada | AP

Los migrantes centroamericanos marcharán el jueves hacia la sede de las Naciones Unidas en la Ciudad de México en demanda de autobuses que los lleven a la frontera con Estados Unidos.

“Necesitan camiones para seguir viajando”, dijo Milton Benítez, uno de los coordinadores de la caravana. Benítez señaló que el clima será más frío en el norte de México y que no es seguro que los migrantes continúen caminando por las carreteras de las zonas donde operan los carteles de drogas.

Agregó que la ruta y el horario de salida se decidirán en una reunión el jueves por la noche.

Benítez dijo que la caravana intenta concretar una reunión con el presidente electo Andrés Manuel López Obrador para conocer sus planes para los migrantes, ya que ha prometido programas con visas de trabajo para centroamericanos.

Sin embargo, el equipo de trabajo del futuro mandatario negó que estuviera prevista una reunión con miembros de la caravana. Benítez dijo que podrían enviar una delegación a sus oficinas o invitarlo al complejo deportivo.

En tanto, la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México informó en una conferencia de prensa que de los 4.814 migrantes registrados que reciben refugio en el estadio Jesús Martínez, 1.726 son menores de 18 años, incluidos 310 niños menores de cinco años.

De los adultos, el 80% son hombres, hay 24 mujeres embarazadas y 31 menores que viajan solos. El 85% de los migrantes son de Honduras, el 8% de Guatemala, el 5% de Nicaragua y el estante 2% de otros países.

Por su parte, Christopher Gascón, representante de México ante la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), calculó que otros 4.000 migrantes avanzan en caravanas por el sur del país.

Después de otra noche de descanso en la capital mexicana, los miembros de la caravana se despertaron con la esperanza de saber pronto cuándo reanudarán su viaje.

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Algunos no pudieron esperar. José Luis Bardales García dijo que algunos muchachos abandonaron el estadio para intentar tomar un tren de carga que se dirigía al norte el jueves temprano.

El joven de 19 años de Santa Cruz Yojoa, Honduras, decidió esperar. “Uno no puede adelantarse porque hay mucho riesgo, mejor todos juntos”.

Con un cepillo de dientes y un tubo de pasta metido en el bolsillo del pecho trató de calentarse con los rayos del sol y especuló que el grupo decidiría apuntar a Tijuana, una ruta más larga, pero posiblemente más segura.

Nora Torres, que un día antes se había comprometido a llegar al menos a una ciudad fronteriza mexicana donde escuchó que había empleos bien remunerados, el jueves estaba pensando en regresar a Puerto Cortés, Honduras.

“Mucho tiempo de estar en un lugar me desespera”, dijo Torres.

En el centro deportivo unos optaron por aprender algo de boxeo, otros por los juegos de pelota o de mesa y también hubo quien se entretuvo al son de los mariachis o en un improvisado concierto del grupo mexicano Café Tacvba.

Mientras tanto, muchas organizaciones se acercaban a darles consejos.

El abogado José Luis Fuentes, del colectivo estadounidense National Lawyers Guild, fue uno de los que estos días recorrió las carpas con un altavoz informando cómo funciona la ley de asilo en Estados Unidos.

Otros explicaban las alternativas de refugio en México. Según los últimos datos del gobierno mexicano, 3.230 personas han solicitado refugio en el país.

Pero Delmar Antonio Pineda Erazo, un agricultor de Copán, Honduras, dijo que creía que la mayoría de los miembros de la caravana continuarán la marcha.

El hombre de 37 años dejó a su esposa y sus dos hijos porque no podía mantenerlos con su trabajo.

“Se dicen en las noticias que (Donald) Trump allá no va a dejar entrar a nadie, pero uno tiene que tener paciencia a ver qué. Algo tiene que pasar”.

Antonio Pérez, un aspirante a escritor de 21 años también de Copán, lleva ocho días en la Ciudad de México. Tuvo la suerte de viajar en el remolque de un camionero que se detuvo para ayudar a los migrantes.

Permaneció en un refugio local hasta que se reunió en el estadio con el resto de la caravana y dijo que está dispuesto a seguir esperando hasta que todos decidan marcharse juntos porque escuchó que las cosas estaban “calientes” en el norte.

 








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