Durante la última semana de noviembre, el ministro de Exteriores de Ecuador, José Valencia, se reunió con el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, en Washington, con el objetivo de analizar el futuro del huésped más famoso del Ecuador, Julian Assange.


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Durante la última semana de noviembre, el ministro de Exteriores de Ecuador, José Valencia, se reunió con el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, en Washington.

La visita, que marcó un giro radical respecto al anterior Gobierno de Ecuador —liderado por el presidente Rafael Correa y que marcó distancias con el Gobierno estadounidense—, tuvo lugar en medio de una tormenta de rumores sobre el futuro del huésped más famoso del Ecuador, el fundador de WikiLeaks, Julian Assange.

Los días de Julian en la Embajada del Ecuador en Londres han estado contados desde que Lenín Moreno asumió la presidencia en mayo de 2017. Para finales del 2018, el periodista australiano cumplirá seis años y medio en la Embajada, con estatus de asilado diplomático, y sin la libertad para salir de la sede diplomática.

El Gobierno británico le ha negado el salvoconducto para viajar a Ecuador, nación que ya le otorgó la ciudadanía a finales del año pasado.

Cada día se hace más evidente que Reino Unido busca extraditar a Assange a Estados Unidos, donde la Fiscalía estadounidense ya le tiene montado un caso judicial, mantenido en secreto hasta ahora.

Sin embargo, estos días el periodista-investigador Seamus Hughes, especializado en temas del contraterrorismo, descubrió un error interesante en un documento de la Corte Federal del Distrito Este de Virginia, en el que se mencionaba el nombre de Assange, cuando investigaba un caso sin relación con el fundador de WikiLeaks.

Hughes buscaba información sobre otro acusado y las razones legales para mantener en secreto una acusación judicial contra esa otra persona.

Sin embargo, parece que el fiscal quien redactó la moción para mantener en secreto esa acusación, dirigida contra alguien acusado del terrorismo, había utilizado otro documento como modelo que, casualmente, se trataba de Julian Assange.

Resulta que el fiscal se le olvidó borrar todas las referencias a Assange en la moción, y entonces, como suele suceder cuando usas un texto de otro asunto y haces ‘copiar y pegar’, el nombre de Julian se quedó por error en el documento conseguido por el periodista-investigador.

Y de esa forma el mundo se enteró de la verdadera existencia de una acusación judicial contra Assange en una corte federal estadounidense.

El equipo legal de Julian ha hecho una demanda ante la corte para ‘desclasificar’ la acusación contra su cliente, si bien la jueza no ha tomado aún una decisión y lo mantiene bajo consideración.

No obstante, sería bastante inusual si la corte ordenara al Gobierno desclasificar una acusación secreta antes de tener asegurada la detención del acusado. Y más cuando se trata de temas de seguridad nacional, terrorismo y/o espionaje.

Analistas legales han especulado con la posibilidad de que Estados Unidos podría acusar a Assange de espionaje, por haber obtenido y publicado documentos secretos de las agencias de Washington.

Defensores de la libertad de prensa y de los derechos humanos han alertado sobre el peligro de acusar o enjuiciar a un periodista o a un medio de comunicación por haber publicado información de interés público, aunque provenga de documentos secretos obtenidos ilegalmente.

Assange siempre ha mantenido que su trabajo es periodístico y que, sencillamente, su función es la de publicar la información que recibe. Su enfoque desde que nació WikiLeaks, hace más de una década, ha sido la transparencia y la exposición de los secretos de los Estados, sobre todo cuando se tratan de actividades corruptas o abusos de los derechos humanos.

El trabajo de Assange y de WikiLeaks ha sido ampliamente publicado por los principales medios del mundo, que han celebrado la profundidad e importancia de la información que han podido analizar y trasladar a sus lectores y usuarios.

Por eso, resulta curioso que muchos medios y periodistas mantengan una postura muy hostil hacia Assange, y no hayan querido defenderlo, aunque gozan de sus publicaciones y su acceso privilegiado a los secretos más guardados de los poderosos.

Uno de los medios que más ha acosado a Assange ha sido el diario británico The Guardian, uno de los periódicos más leídos del mundo. Tal vez se deba a que los ingleses tienen una especie de rabia y molestia hacia Assange, por haber escogido su capital para refugiarse y crear un escándalo de proporciones internacionales, o tal vez sea, sencillamente, por celos o envidia.

Un periodista de The Guardian, Luke Harding, ha publicado numerosas falsedades sobre Assange y sus socios, incluyendo a Edward Snowden, el famoso ‘whistleblower’ de Estados Unidos y exanalista de la CIA y la NSA que filtró los documentos sobre los programas de espionaje masivo manejados por Washington.

Harding ha escrito varios libros que hacen referencia a Assange, siempre de forma negativa, exagerada y muchas veces falsa.

En una ocasión Harding publicó que Assange buscaba escaparse a Rusia, donde, supuestamente, le esperaba un cargo diplomático, lo que fue enfáticamente negado por Assange, sus abogados y la parte rusa. Harding nunca presentó pruebas para fundamentar su afirmación ni se retractó.

El último alegato de Harding y The Guardian contra Assange cayó como una bomba el pasado martes 27 de noviembre, cuando el periódico publicó un explosivo reportaje sobre las supuestas visitas del ex jefe de campaña de Donald Trump, Paul Manafort —que actualmente afronta una larga sentencia de prisión en Estados Unidos por crímenes financieros.

Y que ha sido implicado en la investigación especial sobre una posible colusión entre la campaña de Trump y Rusia para ganar las presidenciales del 2016—, a la Embajada del Ecuador en Londres para reunirse con Julian Assange en tres ocasiones.

El artículo alegaba que Manafort había ido a la embajada ecuatoriana sin registrarse con la seguridad, como tienen que hacer todos los visitantes a la sede diplomático desde la llegada de Assange en el año 2012.

Justamente hace unos meses ya fueron filtrados a la prensa, The Guardian incluido, los registros de visitantes de Assange en la Embajada durante los últimos años.

El nombre de Paul Manafort no figuraba en la lista. Resulta muy extraño que ahora The Guardian y su periodista estrella, Luke Harding, tengan acceso a ‘una fuente anónima’ que jura haber visto a Manafort entrando a la Embajada para verse con Assange unas tres veces entre 2013 y 2016. Pero nunca tuvo que registrarse. Qué raro.

Yo personalmente he entrado a esa Embajada en Londres múltiples veces para reunirme con Julian Assange durante varios años. Soy testigo del alto nivel de seguridad que ha existido allí. Hay cámaras en todas partes, con la excepción de los dos baños.

Todos los movimientos de Assange dentro de la Embajada son vigilados por la seguridad contratada por Ecuador, que durante los últimos años ha sido bastante hostil hacia el australiano. Habiendo conocido esta seguridad, sé que nunca le hubiesen hecho favores a Assange, como pasar a un invitado sin registrarse.

Todos los que visitaban a Assange tenían que registrarse con la seguridad y dejar sus pasaportes y sus teléfonos celulares antes de entrar al cuarto con Julian, sin excepción. Y el exterior de la Embajada, que es básicamente un apartamento en un piso de un edificio pequeño frente a la famosa tienda de lujos, Harrods, siempre ha estado vigilado y monitoreado por la inteligencia británica.

Hay cámaras por todas partes. Todo lo que entra y sale de esa Embajada se graba. Entonces, si estuvo Manafort allí, existirían grabaciones y registros.

Sin embargo, The Guardian no presentó ninguna prueba. Y, de hecho, luego de que muchos periodistas, analistas y personas con conocimiento personal de la Embajada y la situación de Assange, como yo, denunciáramos que el reportaje no podía ser cierto en la forma en la que estaba escrito.

Y después de que tanto Assange como Manafort negaran haberse conocido en ningún momento, el periódico británico comenzó a corregirse y a calificar todas sus afirmaciones con frases como ‘supuestamente’, ‘aparentamente’, y ‘según fuentes’, aunque sin identificar ninguna de ellas. No obstante, hasta ahora no se ha retractado de la afirmación sobre supuestos encuentros entre Assange y Manafort.

El tema resulta importante en este momento, porque Ecuador está buscando la excusa para sacar a Julian de su Embajada con el fin de enviarlo a Estados Unidos. Si el modo de hacerlo es relacionándolo con personajes ya vinculados con crímenes de alto perfil en Estados Unidos, entonces, lo de Manafort parecía ser la oportunidad perfecta.

Tal vez pensaban que como Paul Manafort es ya una figura bastante rayada ante la opinión pública y, además, es casi seguro que Trump le va a indultar luego de que reciba su sentencia de prisión, era la persona perfecta para vincular con Assange y, de esa forma, ‘comprobar’ la conspiración de intervenir en los asuntos internos de Estados Unidos.

O, por lo menos, Ecuador se lava las manos de la molestia de Julian Assange con la excusa de que, supuestamente, haya cometido un crimen que no está protegido bajo el asilo político.

Lo que hay de cierto de esta historia rara es que el Gobierno de Lenín Moreno ha pactado con Estados Unidos. Julian Assange tiene que enfrentar la realidad de que ya no goza de las protecciones del Ecuador y que pronto podría ser entregado a los británicos y, luego, a los estadounidenses.

Queda por ver si el mundo periodístico y los defensores de los derechos humanos levantarán sus voces para denunciar el linchamiento de uno de los suyos. No albergo muchas esperanzas.

 


Con información de RT







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