Las concesiones realizadas por el gobierno de Francia en un intento por frenar multitudinarias y violentas protestas que sacuden el país desde hace tres semanas no parecían haber convencido a los manifestantes. Sindicatos y agricultores amenazan ahora con unirse a las marchas.
Un día después de que el primer ministro Edouard Philippe anunció la suspensión del aumento de impuestos a los combustibles, que fue el origen de la protesta, el movimiento de los “chalecos amarillos” no dio muestras de calmar sus reivindicaciones el miércoles.
Estudiantes contrarios a la aplicación de un nuevo sistema de acceso a la universidad mantuvieron sus movilizaciones, sindicatos de camioneros convocaron una huelga y la asociación agraria más importante del país amenazó con echarse a la calle la próxima semana.
Un comunicado conjunto de los sindicatos de camioneros de las centrales CGT y FO protestando contra la reducción de las tasas a las horas extra convocó a manifestaciones para el domingo por la noche y pidió una reunión urgente con la ministra de Transportes, Elisabeth Borne.
Aunque la mayoría de los depósitos de combustibles bloqueados por los manifestantes han sido liberados, había escasez de combustibles y cientos de gasolineras afectadas el miércoles.
Los manifestantes con sus característicos chalecos amarillos regresaron a las estaciones de peaje para expresar sus diversas reivindicaciones, desde aumentos salariales y de pensiones hasta la disolución del legislativo.
En tanto, el sindicato de estudiantes secundarios FIDL convocó a una “movilización masiva y general” para el jueves y pidió la renuncia del ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer.
A la defensiva, el gobierno abrió la puerta a mayores concesiones cuando el vocero Benjamin Griveaux no descartó la posibilidad de restaurar un impuesto sobre la riqueza que fue reducido poco después de la juramentación del presidente Emmanuel Macron en mayo de 2017.
“Si algo no funciona, no somos necios, los cambiaremos”, dijo Griveaux a la radio RTL, aunque añadió “el asunto no está sobre la mesa por el momento”.
La popularidad de Macron volvió a caer desde las primeras manifestaciones de los ¡chalecos amarillos” el 17 de noviembre. El ex banquero de inversiones, elegido tras una campaña en la que prometió profundas reformas a favor del sector empresario, es acusado de ser el “presidente para los ricos” y no tener en cuenta a las clases trabajadoras.
Desde que regresó de la cumbre del G20 en la Argentina, Macron ha permanecido en su residencia o se ha negado a hablar públicamente sobre las protestas que han generado la mayor crisis política en lo que va de su mandato.
El martes por la noche escuchó insultos y abucheos al dirigirse a una sede regional del gobierno que los manifestantes incendiaron el fin de semana pasado.