Con una canasta amarrada en la cintura, el nicaragüense Leonel Montealegre se estira para alcanzar las ramas cargadas de café en una montaña de Honduras, país donde los caficultores están en bancarrota por los bajos precios y las caravanas migratorias.


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@CiudadColorada | AFP

Con una canasta amarrada en la cintura, el nicaragüense Leonel Montealegre se estira para alcanzar las ramas cargadas de café en una montaña de Honduras, país donde los caficultores están en bancarrota por los bajos precios y las caravanas migratorias.

Acompañado de cinco hijos, de ocho años el menor, Leonel trabaja en la plantación de café de Nelson Lagos en las laderas de una agreste cordillera del departamento de El Paraíso, en la frontera de Honduras con Nicaragua, unos 100 km al este de Tegucigalpa.
«Venimos a trabajar porque queremos ganar en lempiras (moneda hondureña), que vale más que el córdoba (moneda de Nicaragua)», afirma este hombre de 45 años mientras corta los frutos del cafeto.

La mano de obra nicaragüense trajo un respiro a algunos productores hondureños, que han visto cómo gran parte de sus trabajadores han emigrado a Estados Unidos, ante la caída en sus ingresos por los bajos precios internacionales del grano.

– Riesgo de extinción –

La industria del café «está al borde de la extinción», aseguró a la AFP el diputado Mario Segura, unos de los más grandes productores de café en Honduras.

Resaltó que el café se traspasa de generación en generación pero las nuevas generaciones no tienen motivación para continuar el patrimonio.

«No podemos con los bajos precios y las deudas en los bancos», lamentó Segura.
Honduras es uno de los cuatro países más pobres del hemisferio pero es el quinto productor mundial de café, que vende en Europa, Estados Unidos y Asia. Los otros grandes productores son Brasil, Vietnam, Colombia e Indonesia.

Alrededor de 120.000 productores tienen cultivos de 250.000 hectáreas en 16 de los 18 departamentos de Honduras. En la cosecha 2017-2018 exportaron 9,4 millones de sacos de 46 kg.

El grano aportaba 5% del Producto Interno Bruto (PIB) en la época de buenos precios.

Segura atribuye la debacle de los precios al «avorazamiento» de las empresas importadoras que pagan una miseria por el producto. «Con lo que ellos ganan en diez libras compran cien libras», sostuvo.

Néstor Lagos cuenta que ha podido mantener viva su finca de 150 hectáreas con mucho sacrificio.
Hace cinco años las plantaciones hondureñas se vieron atacadas por el destructor hongo de la roya, y los productores se endeudaron para reemplazar las plantas por especies resistentes a la enfermedad, explica.

En esa época el saco se cotizaba en más de 200 dólares, pero el precio actual es de 100 dólares en la bolsa de Nueva York.

Para obtener un mayor rendimiento requiere fumigar los cultivos al menos tres veces al año, pero para reducir costos solo fumiga dos veces.

– Altos costos y migración –

Estimó que producir un quintal cuesta unos 53 dólares dólares y el productor lo está vendiendo en 70. De esos 17 dólares tiene que pagar deudas a los bancos y mantener las fincas.

El presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, reclamó que de una taza que se vende en Estados Unidos y Europa por cinco dólares el productor recibe tres centavos, porque el dinero se queda en los intermediarios.
Con el bajo precio, los pequeños productores «abandonan sus fincas, ingresan a grupos altamente vulnerables de extrema pobreza y terminan migrando la mayoría de ellos», advirtió el presidente.

En una finca de El Paraíso, el productor Wilmer Alexis Rodríguez, de 28 años, contó que su hermano Marcelo, de 38, migró a España «con intenciones de salir adelante» porque el banco estaba a punto de quitarle la finca de 15 hectáreas por una deuda.

Marcelo «está mandando el dinerito» para pagar al banco, se confortó.

Según Lagos, muchos trabajadores del café se sumaron en los últimos meses a las caravanas de migrantes que buscan mejores condiciones de vida en Estados Unidos, lo que dejó a los caficultores hondureños en problemas para recolectar las cosechas por falta de mano de obra.

Para su fortuna, su finca está en la frontera de Honduras con Nicaragua y llegan nicaragüenses a trabajar en la recolección del grano, como Leonel Montealegre, quien llegó con sus cinco hijos, de 22, 18, 14, 10 y 8 años.

Honduras se sumó hace dos semanas a Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Panamá y República Dominicana en la formulación de un plan estratégico para buscar soluciones a los problemas de la caficultura regional, con apoyo del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

El organismo indicó que la región enfrenta retos por los bajos precios internacionales del grano, el cambio climático, el envejecimiento de plantas, la falta de acceso a recursos de inversión, la falta de mano de obra y la intensificación de plagas y enfermedades.

 








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