Australia registró este domingo su primer muerto por COVID-19 en casi tres meses, en el estado de Nueva Gales del Sur, donde se detectaron también 77 nuevos contagios, la cifra más elevada del país en un solo día en el año 2021, pese al confinamiento en vigor desde el pasado 26 de junio.
Según informó la cadena de televisión ABC, la víctima fue una mujer nonagenaria que falleció este sábado en un hospital de Sídney, la segunda ciudad más poblada del país, después de dar positivo por COVID-19 el día anterior.
La jefa de gobierno de Nueva Gales del Sur, Gladys Berejiklian, afirmó a los medios que los contagios en Sídney y alrededores seguirán aumentando en los próximos días tras haberse superado el máximo en el estado durante dos días consecutivos por este brote, que supera ya el medio millar en total.
«Me sorprendería si son menos de 100 casos adicionales mañana a esta hora», dijo la primera ministra, quien consideró «altamente improbable» que el confinamiento impuesto en Sídney y alrededores desde el 26 de junio se levante el próximo viernes, como estaba inicialmente previsto.
Berejiklian destacó el alto riesgo para trabajadores esenciales, como obreros o comerciantes que se mueven por distintos puntos de la ciudad y que propagan la enfermedad entre sus compañeros de trabajo y familiares.
La crisis vivida en Sídney ha hecho que el vecino estado de Victoria (el segundo más poblado del país), donde se ubica Melbourne, la mayor ciudad, decretara a partir de la próxima media noche el cierre de la frontera con Nueva Gales del Sur.
Horas antes de anunciar el cierre, el jefe de gobierno de Victoria, Daniel Andrews, animó a sus conciudadanos de vacaciones en Sídney y alrededores a regresar a casa.
El brote de Sídney obligó al gobierno estatal a confinar el 26 de junio a los más de cinco millones de habitantes de la ciudad y las comunidades aledañas, más del 20 % de los 25 millones de habitantes del país, mientras otras regiones también ordenaron confinamientos localizados, que ya han sido levantados.
A raíz del brote en Sídney, Australia, país que cerró sus fronteras en marzo de 2020 y prevé reabrirlas a mediados de 2022, redujo de unas 6.000 a 3.000 las entradas internacionales que permite con exenciones, lo que ha complicado la repatriación de más de 34.000 residentes y ciudadanos varados en el extranjero.
El brote de COVID-19 -que según la consultora de servicios financieros AMP suponen pérdidas diarias de unos 143 millones de dólares australianos (107 millones de dólares estadounidenses o 91 millones de euros)- ha reabierto el debate en torno a la campaña de vacunación, que está retrasada respecto a las previsiones del Gobierno australiano.
Australia, que acumula más de 31.000 contagios de COVID-19, entre ellos 911 muertos, ha vacunado a más de 8,4 millones con la primera dosis, aunque menos de un 10 % de la población tiene la pauta completa.